El Barón Ashler de cuando el pistolerismo en Barcelona

Nos volvemos a meter en faena respecto a la Barcelona en el inicio del siglo pasado que ya sabéis que es un tema que hemos tocado en otros posts. Abrimos el plano a los años que van de 1917, final de la primera guerra mundial, al año 1923 que es cuando llega al poder Miguel Primo de Rivera. En ese periodo conflictivo,  prólogo de la Guerra Civil, nuestra ciudad sigue sumergida en un momento de conspiraciones empresariales para cazar a los anarquistas que en ese momento amenazan más que nunca los intereses de la patronal con un número de afiliados que hoy nos parece ciencia ficción. Justo en ese momento, en plena guerra mundial, se concentra en la ciudad diferentes espías de los países que habían entrado en liza. La burguesía de aquellos años, por su parte,  vivía tiempos de bonanza con esa primera guerra mundial dando réditos a sus negocios de exportación.

Estamos en la Barcelona que describe Eduardo Mendoza en La verdad sobre el caso Savolta en el que el barón es encarnado por un personaje medio inventado llamado Le Prince. Barcelona es el puerto clave del trapicheo internacional y de las diplomacias subterráneas de la Casablanca de Bogart. La ciudad neutral más importante de las cercanas a las capitales en conflicto. Coyuntura ideal para los adinerados de entonces que pasaban su tiempo de ocio en locales, que esperamos tratar en próximas entregas, como el music hall de Nou de la Rambla Edén Concert, Maison Doreé, American Lake de Gavà, el café cervecería Lyon D’Or  o la Rabassada (escribimos sobre este complejo de ocio hace un tiempo en este post). Los trabajadores, en cambio, sufren las consecuencias del fin de la guerra y su exagerada inflación, así como la caída del consumo que provoca que muchos se queden sin trabajo. Un trabajo que abundaba durante el primer gran conflicto internacional, aunque mal pagado, claro, la plusvalía para los de siempre.

«Al iniciarse el conflicto, alemanes y franceses iniciaron una intensa actividad en nuestro país para neutralizar el esfuerzo bélico del adversario. Para lograrlo, invirtieron grandes sumas en conocer movimientos y suministros del enemigo mediante confidentes en zonas portuarias y costeras. A la vez, quisieron crear un clima de opinión favorable gratificando a figuras influyentes, altos cargos y hasta financiando campañas electorales». Manel Aisa Pàmpols.

En estos momentos en los que el soplo vale dinero y cuesta vidas, destaca la presencia de un personaje más sospechoso que un calvo en una peluquería china. El Barón de Köening. De nombre real Friedrich-Rudolf Stallmann, aunque vete tú a saber con este hombre porque su biografía oficial no deja del todo claro dónde nació ni en qué año («Segons Ventura Subirats va néixer el 1867 a Hannover, però Manuel Casal Gómez situa el naixement el 1874 a Potsdam»). Una especie de Francisco Paesa de los primeros años del siglo pasado que juega a tantas bandas como beneficios le reporten. Ahora consigo chivatos para la patronal, ahora les contrato a unos matones de los de la banda del comisario Bravo Portillo (a sueldo de la patronal por unas 3000 pesetas de la época) para que se carguen a alguno de los miembros destacados del anarcosindicalismo. Sus habilidades negociadoras le consiguieron la protección policial, con lo que podía hacer y deshacer a sus anchas. Lo tenéis más abajo fumando un puro que es muy de empresario al que le sobran los billetes.

«Los sucios negocios del falso Barón, prosperaron tanto que montó una nueva oficina en el número 6 de las Ramblas de las Flores, a la vez que ampliaba la banda hasta unos 70 miembros, casi todos extraídos de los bajos fondos, timadores y delincuentes  habituales. Uno de los servicios más prósperos que prestaba el Barón de Köening era el de guardaespaldas de los empresarios, después de presentarles un falso informe, en el que se decía que los obreros de su fábrica estaban tramando un atentado contra su persona». Manel Aisa Pàmpols.

De hecho, según este texto en el que se siguen los pasos del Barón hasta Hondarríbia, donde también la lió parda a cuenta de su dirección en un casino con el que saciar su pasión por el juego -sobre todo al bacarrá, su especialidad- y su sed de contactos con los que se podían jugar sus buenos cuartos en la ruleta, «desde 1902 estaba a sueldo del Deuxième Bureau francés y, desde 1910 en nómina también de los servicios secretos alemanes. Estaba bien protegido». Se sabía mover perfectamente en estos ambientes en un tiempo en el que como decimos la confabulación estaba a la orden del día.  Manejaba dinero y sobre todo mucha información que aprovechaba para sus intereses.

El barón de pega preparaba emboscadas a los sindicalistas en lugares cercanos al Poble Sec y Sant Antoni, por lo general en los aledaños del Raval, que por entonces era más ratonera que ahora, como el bar Café Gran Imperio, situado en la esquina de Ronda Sant Pau con la calle Aldana, en el mismo emplazamiento donde hoy se encuentran las galerías Olimpia que también tratamos en este post en el que hablamos del ocio nocturno en Barcelona a lo largo de este mismo periodo.

El sospechoso noble se reunía en Barcelona con sus esbirros y asesinos a sueldo en una casa, ni más ni menos, que del Paseo de Gràcia, concretamente en el número 80. También recibía las visitas de representantes de empresarios, como un tal Juan Miró i Trepat, que cobraba por delatar a los activistas anarquistas de las fábricas para que el capo los tuviera controlados. Tan hábil era moviéndose entre sombras que la CNT no empezó a conocer de su existencia hasta 1920, cuando el barón lleva ya unos años en Barcelona -unos dicen que llegó en 1915 otros en 1918- conspirando y reprimiendo obreros concienciados.

Después del escándalo Dreyfus, militar judío al que se le acusó de traición al estado francés, el contraespionaje galo de la época pasó a depender de la policía -más habituada a tratar con confidentes- y no al ejército galo, mucho más rígido, con el que el Barón no hubiera llegado tan lejos en sus tratos. Se dice que el Barón llegó a la ciudad como agente doble, como no podía ser de otra manera, para los servicios de inteligencia alemanes y aliados, pero cuando se cansó de jugar a los espías, entre otras cosas porque se acabó la guerra, acabó ocupando el puesto del citado Portillo en cuanto los anarquistas se lo cargan en septiembre de 1919 en plena calle Santa Tecla. Los de la CNT descubrieron en la abril de ese año 1920 a un confidente del Barón, un tal Bernat Armengol que les explicó quien era ese tal Barón y qué pretendía a cambio de que le perdonaran la vida. Un mes mas tarde, la banda del Barón, capitaneada en esta ocasión por Soler El Mallorquín, atentan contra los cenetistas que se encontraban en un bar de la plaza del Pes de la Palla, en pleno Raval. El encargo se complica y acaba llegando a oídos de la policía con lo que se arma tal marimorena que los medios de comunicación ya no pueden ocultar por más tiempo lo que está ocurriendo con los pistoleros de la patronal. El Barón, que es extranjero y tiene un pasado complicado de rastrear, se convierte en el chivo expiatorio perfecto de los enfrentamientos en la ciudad. La noticia queda recogida en la hemeroteca digital del ABC que puedes consultar desde aquí y en la que se habla de «un tal Barón» que participó en el tiroteo. El caso llega hasta el ministro de Gobernación de por entonces, Eduardo Dato, decidiera echar del país al indeseable Barón para ver si así se calmaban algo las cosas en Barcelona.

«A finales de aquel verano de 1918 la CNT contaba con medio millón de afiliados en Catalunya y 250.000 en el resto de España, casi todos ellos en Andalucía».

El periodo entre guerras conforma un momento histórico clave durante el siglo pasado en el que el anarquismo y el movimiento obrero han conseguido, gracias a la  huelga de la Canadiense de febrero de 1919, derechos y anhelos largamente luchados como las ocho horas de trabajo por jornada. Momentos clave de la lucha obrera que se recogen en el libro que alumbra este post, La efervescencia social de los años veinte – Barcelona 1917-1923 de Manuel Aisa, documento escrito que se repartió inicialmente durante la expo del mismo nombre que tuvo lugar en el recién estrenado Centro Cívico de Fort Pienc, el 10 de noviembre del 98.

Si te interesa el tema, aquí tienes una reciente edición del programa EN GUÀRDIA! de Catalunya Rádio dedicado a nuestro protagonista de hoy, con la participación de mi profesor de historia en mis tiempos universitarios, el catedrático Solé y Sabaté y de Román Ceano, autor del libro Las tres vidas del barón Von Koënig.

7 comentarios en “El Barón Ashler de cuando el pistolerismo en Barcelona

  1. manelaisa dijo:

    no conec el llibre de Román Ceano, autor del libro Las tres vidas del barón Von Koënig. tindré que buscarlo salut Manel

  2. Orendi dijo:

    Le nombre d’historiens et de textes1 construisant et/ou s’appropriant la légende d’un König agent double, assassin et tortionnaire, une fois d’ouvriers et une autre fois de patrons, est impressionnant, ils la portent et la répètent jusqu’à la faire croire inscrite dans la réalité, sans se rendre compte qu’elle n’est que le fait d’organes de presse financés par les allemands au titre de la propagande. L’équation Allemand = franquiste = national-socialiste fonctionne bien, déjà pour les années 1916/1920 ! Sans doute est-ce là une prise de revanche sur le silence imposé en Espagne sur l’histoire des mouvements sociaux et de leur cruelle répression, revanche soumise à des reports affectifs d’imaginaires et une volonté (consciente ?) de manipulation de l’histoire.

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