Go Ahead in the Rain

«Tribe era uno de los primeros grupos que recreaban una tradición de sonido que nuestros padres, y quizá los padres de nuestros padres, habían amado. Honrar a estos músicos es una forma de gratitud: es como remontarse a algo mágico, esperando que una distancia inconfesable, quizá la que hay entre un padre y un hijo, se acorte poco a poco».

Me llega a casa por cortesía del departamento de promoción de la editorial Alpha Decay su nueva entrega en este 2020. Se trata del ensayo, o tal vez deberíamos decir carta de amor, de Hanif Abdurraquib en torno a la historia del combo de hip hop con querencia por el jazz, A Tribe Called Quest. Un libro que llega en un momento en el que los veteranos del hip hop reclaman un respeto a los más jóvenes que están interesados en otros sonidos irreverentes con el pasado como puede ser el trap, por ejemplo. Este libro invita a escuchar en profundidad a aquellos que, a finales de los 80, marcaban el paso del incipiente hip hop, atendiendo a los ecos de la tradición. Este acercamiento de la banda de Q-Tip hacia el mito del jazz lo desmenuza muy bien el autor en las primeras páginas:

«Podemos decir que toda la historia del jazz es eso, la historia de lo que una persona puede transmitir a los demás antes de morir. El jazz lo crearon gentes empeñadas en sobrevivir en una época que no quería que sobrevivieran y por eso es un género lleno de mitos: mitos de fantasías y de sueños, de tamborilear sobre lo que haga falta y de hacer ruido como se pueda, antes de que nos despojen de la posibilidad de hacerlo o hasta que el ruido sea un eco que resuene sin cesar en nuestra cabeza».

Explica Hanif que Tribe era un grupo que hacía rap para «nuestros padres», es decir para los padres de Hanif. Pero que dejaron la puerta abierta para todos aquellos que sintieran el ritmo. Era por tanto un grupo democrático en ese sentido, algo que llama la atención hoy, en estos tiempos en los que todo parece sesgado por la edad, el manido «edadismo» que hoy todo lo asola. Pero también hay edad en el libro. La del propio autor que es de mi edad más o menos, es decir, es de los que por edad escucharon mucha música en cinta, incluso después de que arreciara el CD que, efectivamente, no convenció a todos. No soy negro, no me ha apasionado nunca el hip hop, pero por edad me siento muy identificado con lo que explica el propio Hanif, sobre todo en relación a sus tiempos de adolescente, cuando había que ganarse un respeto entre tus semejantes. Yo no era alto, ni corpulento, así que te hacías valer de tus conocimientos musicales para imponerte. Bueno, en mi instituto ni por esas. Pero siempre he tenido la sensación que algunos de mis compañeros de instituto más populares se cansaron antes de sus vidas, esas que parecían haber exprimido como una naranja cuando aún eran demasiado jóvenes para cualquier cosa. A sus Facebooks, que he descubierto con el tiempo, me remito. Intento convencerme a mí mismo que consumir cultura me ha servido de salvavidas. «Lo bueno que tiene crearse una identidad marginal propia es que nadie puede llamarnos nada que no hayamos querido nosotros».

Explico todo esto porque el libro que nos ocupa, además de ofrecernos un repaso a la carrera de la banda y su contexto histórico, también se adentra en una especie de diario personal del autor, muy íntimo en lo musical, que nos retrotrae a tiempos en los que la música se consumía, y se volvía a consumir, si eras lo bastante habilidoso para rebobinar una cinta casete con un bolígrafo. Se incluye en las páginas un panegírico a esa cinta de casete que nos obligaba a afilar la escucha: «Soy de una época en la que aprendíamos a elegir bien lo que escuchábamos. Si vamos a grabarnos un casete que escucharemos de principio a fin y lo hacemos con nuestras propias manos y nuestras propias ideas, de nosotros depende elegir bien los sonidos y ordenarlos con criterio».

«Si no por otra cosa, mis colegas y yo destacábamos porque teníamos con la cultura popular una relación que no tenían muchos de nuestra edad que eran más populares. Los de mi pandilla y otras pandillas como la mía nos quedábamos en casa a ver telecomedias, leer tebeos y grabar cintas en la radio. Eso también ayudaba a sobrevivir. No éramos interesantes, pero la gente se acercaba a nosotros para saber qué era lo interesante. Por eso teníamos sentido».

Pero no os preocupéis, el tono del libro no destila pollaviejismo. El autor reconoce hablar con sus alumnos del hip hop que se escucha hoy porque «quiere seguir en la onda». Aunque Abdurraqib (en la foto de más abajo), como todo hijo de vecino del ghetto, echa de menos ciertas cosas. Como los colectivos que en el hip hop se formaban libremente. «Hoy en día lo que une a muchos grupos es una misma casa discográfica, lo que complica las cosas cuando el negocio falla». Y es que realidad este Go Ahead in the Rain es una oda a la hermandad que destilan aquellos que desean colaborar entre ellos «por el simple deseo de ser raros juntos». Estoy de acuerdo, aún cuando has pasado ya de los 40, conviene tener al menos una pandilla. Lo que pasa es que a mediados de los 90 en el hip hop se formaron dos grandes pandillas, la de la costa este y la del oeste, y la cosa se salió de madre y acabó con muertos. El pistolerismo se había impuesto al lirismo. A veces tenemos que separarnos de nuestros hermanos para poder seguir mirándolo como un hermano.

Y allí estaban en medio de ese fuego cruzado, A Tribe Called Quest, recordando a las dos escenas donde estaba lo verdadero, que siempre relucía a través de sus nuevos trabajos en estudio: «La música de Tribe se volvió un arma que se usó primero contra los raperos que gastaban trajes brillantes, luego contra los que hacían un rap más duro y luego contra los que hacían un rap que a muchos les parecía sin sustancia». Pero cuando había que disparar de verdad, a Q Tip no le tembló el pulso con la última bala que le quedaba en la recámara. En plena desintegración del grupo, ya sin uno de sus miembros, el siempre flotante y después añorado Phife Dawg, cuando ya parecía que no tenían más que dar al mundo, Tribe fue el único grupo que habló las cosas claras en la ceremonia de los Grammy de 2017, la primera gala con Trump en el poder. Pum. Se despidieron del escenario con un «Toca resistir». Y aquí estamos. Tratando de escuchar un disco tranquilamente y en profundidad, mientras esperamos a nuestro incierto infierno. No hay más.

«Lo más importante en el rap es mantener la tradición. No siempre es algo que se oye en la superficie, es aquello que oímos tratando de abrirse paso. Lo sé, sé que no es fácil, porque apenas queda tiempo entre un disco y otro. Pero si algo sé de lo que creo que es el verdadero hip hop,es que exige paciencia del oyente. Exige que queramos sentarnos un rato y dejar que la música nos penetre».

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