Los renegados del funk electrónico

«Mientras su pasado queda rápidamente ninguneado, Detroit necesita recuperar su futuro».

En un momento en el que los privilegios del indie rock vuelve a estar seriamente amenazados, esta vez por hordas de jóvenes que bailan a ritmo de urban y reggeaton, nos llega un libro que describe los inicios y la evolución de un sonido que, a finales de los 90, dejó tocado al imperio de las guitarras. Pero antes de enfrentarnos a este libro, debemos tener en cuenta varias marcas temporales. Dan Sicko escribió Techno Rebels en el año 99 con la voluntad de describir la intra historia del techno motivado por la explosión bailable de 1997 -que tuvo como protagonistas a bandas vendedoras y llena estadios como The Prodigy o Chemical Brothers, a todo esto con poca relación con el techno de Detroit- y que este mismo libro volvió a las librerías en 2010 con algunas revisiones y añadidos. El autor estadounidense murió un año después en plena explosión de la EDM que es el sonido electrónico que sí triunfó en su país y en el resto del planeta. Pero esa parte no queda recogida en la revisión del libro. Se plantean varias posibilidades al final del mismo, pero parece ser que Sicko (foto de más abajo) no vio venir lo que se avecinaba. Curioso fenómeno el de la Electronic Dance Music que, por cierto, se parece en las siglas a la EBM que obviamente sí tiene su cuota de pantalla en el libro (y que tan importante fue en Barcelona para ir acostumbrándonos los oídos en aquella ciudad provinciana de mediados de los 80).

Y yo ahora pienso en la primera vez que escuché techno de Detroit en algún club y no lo recuerdo. Es como si lo hubiera escuchado toda la vida. Experiencias techno, muchas a lo largo de mi vida, pero a mí curiosamente me provocó un goce iniciático más potente el house luminoso y sensual de toda aquella locura que era el Poble Espanyol con los Sotavento, On -Off, Discothéque, Las Torres de Ávila, o La Terrrazza o de lo chiringos de cerca la gamba de Mariscal. Se decía que Barcelona por su climatología mediterránea era más proclive al house (aprovecho para linkaros el «Je suis de la Martinique» en el que repasamos el legado house en su vertiente garage en Barcelona junto a Óscar Nin). Las diferencias (y tensiones) entre el primer house y el techno original, no siempre bien acotadas entre profanos, diría que ni siquiera entre heads, están explicadas con cierta gracia en el libro.

«De hecho, la filosofía que subyace bajo el techno no tiene tanto que ver con el futurismo -como se cree generalmente-, sino con el poder del individuo y de su percepción personal de la utopía»

Seguro que mi primera sesión de este tipo de techno debió tener lugar en el Moog, bastante antes de que llegara el 2000. Un año, por cierto, en el que Detroit empieza a celebrar su festival anual. Es en sus dos primeras ediciones cuando la ciudad va a gozar en comunidad y al aire libre de un techno que, por su parte, no dudó en volver a lo marginal en cuanto llegó la superficialidad raver (con plataformas como Submerge que pudo sobrevivir en su parte administrativa gracias a la ayuda de su co-fundadora Christa Weatherspoon, una de las pocas mujeres citadas en el libro).

Este lunes sale a la venta a través de Alpha Decay la versión en castellano de este trabajo pionero que viene traducido por Héctor Castells, al que conocemos por la biografía de Sideral y con prólogo de Javier Blánquez al que agradecemos que nos haya hecho llegar este libro justo después de las Navidades. La lectura me ha recordado a Stargate, un forero de clubbingspain que era leyenda a principios de la década pasada por sus posts en torno a un sonido Detroit que ya consumíamos en casa y en discotecas, pero del que apenas sabíamos nada. Aquel forero sevillano que trabajaba en Telefónica nos hipnotizaba con aquellas míticas historias en las que siempre aparecía un productor que no nos sonaba de nada, pero que ya había estado poniendo los cimientos de ese techno que parece reposar en barrica de roble. Sí, todos conocíamos ya entonces a los Derrick May (me regaló una de mis mejores entrevistas en la web morada en 2010), Juan Atkins (con el que mantuve una entrevista algo lisérgica en 2006 a las cinco de la madrugada después de su sesión en el BAM), Jeff Mills o Kevin Saunderson, pero por entonces nos quedaba por descubrir la letra pequeña de todos aquellos esforzados productores anónimos que, en un momento u otro, fueron pasando por clubs de Barcelona como Octave One, Alan Oldham o Alton Miller. O ese álbum de X-102, Discover the ring of Saturn, que de tan mítico parecía mentira (hasta que pudimos gozarlo en directo  en el Sónar de 2008).

Aquellos posts que hablaban del Music Institute de Chez Damier, Alton Miller, D-Wynn y el propio May, ayudaron mucho a forjar la categoría mitológica que tiene para los amantes de la música electrónica la ciudad del motor. Una vez me explicó Stargate que cuando por fin tuvo la oportunidad de visitar Detroit obtuvo un tiro por respuesta del que escapó de milagro. El techno de Detroit era prolijo en batallitas. Hasta que el hombre de las estrellas desapareció del foro por unas rencillas con otros foreros y desapareció de nuestras vidas. Me pregunto si leyó el libro ya en su edición original y que le parecería en su momento.

«Tal como relata Herron en AfterCulture, Detroit no es ni una cosa ni la otra, ni sus lugares vacíos y oscuros ni los relucientemente restaurados; es al mismo tiempo lo uno y lo otro: una tierra de monumentales enigmas psicológicos. Y sería en mitad de ese proceso cuando el techno de Detroit cobraría vida, una música que se hace eco de los altibajos y de los tiempos de confusión de la Norteamérica urbana»

Otras consideraciones a tener en cuenta respecto al libro es que el autor deja claro, ya desde el principio, que no va a profundizar en el tema de las drogas (que por cierto, eran tabú entre los productores de la primera época del techno, no así para Richie Hawtin que gracias a las visitas al lavabo con Sven Váth pudo salir del cascarón en el que permanecía desde que se llevó la reprimenda de la primera hornada de artistas negros del techno que siempre lo vieron como un oportunista). Bueno, en años posteriores al propio Juan Atkins se le irá la mano en cabina con según qué sustancias, de hecho en más de una ocasión parecía estar contactando con la mente con algún extraño planeta lejano. Tal vez por eso decidió empezar a drogarse. Se debe haber sentido muy solo en este mundo. Pero bueno, por lo general, los pioneros de Detroit se mostraron bastante contrarios a las drogas, así que en cuanto entraron en juego en las raves, los popes se retiraron a sus madrigueras a recuperar el soul en lo suyo. Cuando salieron de ellas, Amsterdam, Berlín o Birmingham se habían convertido en las nuevas madrigueras del conejo apremiado.

«El techno cuenta con sus personajes importantes, qué duda cabe, pero generalmente carece de los rockismos que dan vida a los artículos más sensacionalistas. En el techno, las sobredosis, las divisiones internas de las bandas y la anarquía hotelera no son frecuentes (y cuando esto sucede, de repente nos parecen mucho menos glamurosas que cuando se dan entre las estrellas del rock)».

La historia del techno en Detroit es un fenómeno muy curioso, porque fue allí donde se inventó, pero al poco tuvo que buscar el reconocimiento en otras latitudes como Londres, Manchester o Berlín. Unos años más tarde, con la irrupción de las raves, también tardía con respecto a Europa, el techno empieza a tener tirón en el país, pero a sus pioneros ese reconocimiento les pillará ya como más de 30 años por cabeza. Así que todo el peso de la evolución del techno quedará en manos de los miembros de la segunda y tercera ola de productores que, como Carl Craig, si que ganarán pasta con sus producciones y sus bolos por Europa (recuerdo que cada vez que Carl Craig volvía al The Loft del Razz lo hacía con la foto de un hijo nuevo en su cartera). Y no olvidemos una cosa muy importante, el techno en sus inicios tiene más que ver con fiestas de instituto, que con un club oscuro y siniestro con la gente sangrando por las orejas. Así que dejad que los jóvenes de hoy camelen. Y ellos creo que están por otras cosas. Por eso el techno está en un momento muy raro. Parece que no arrastra a la gente de hace unos años, pero si buscas en plataformas como Soundcloud y tiendas virtuales te queda la sensación de que se factura un techno mejor que el de hace lustros. Tiempos locos estos.

 

 

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