Paranoia ajedrezada en Filipinas

De todos los deportes que deberían interesarme, el ajedrez es el que menos me interesa, de momento. La verdad es que desde pequeño que no lo he intentado con el tablero ajedrezado, pero me temo que hoy se me seguiría dando tan mal como en mi infancia. Eso sí, me encantan los aspectos periféricos de este deporte que en la antigua Unión Soviética fue estandarte del poder de los soviets. Un valor estratégico de cara al exterior que tuvo hace justo 40 años la quintaesencia del enfrentamiento político con la guerra fría como marco incomparable.

El 18 de julio de 1978 daba inicio el campeonato mundial de ajedrez en Filipinas, en Baguio, una localidad fundada por los estadounidenses concebida como localidad de veraneo. Se enfrentaban entonces el vigente campeón Anatoli Kárpov, por entonces ya joven ogro de la URSS y representante del poder hegemónico soviético, y el aspirante Víktor Korchnói (que en en ese momento llegaba con casi 50 años como Gran Maestro Internacional pero también como paria, es decir, sin nacionalidad que representar, se asiló dos años antes en Holanda para luego trasladar su residencia a las cercanías de Zurich). Al margen de lo puramente deportivo, el campeonato destacó por las paranoicas condiciones que lo rodearon. Para empezar, estamos hablando de un estandarte del poder soviético contra un apátrida que huye de ese mismo sistema soviético. Las crónicas de aquel campeonato destacan más los entresijos que envuelven el campeonato, que se alargó tres meses, que la calidad de las partidas que como veremos dieron para fallos impropios de un campeonato como este. Las crónicas del evento explican también que el equipo de Kárpov incluía a un conocido hipnotizador, un tal Vladimir Zuckar, en realidad, profesor de parapsicología de la facultad de Moscú (y que presenció in situ el campeonato hasta la partida decimoctava en la que tuvo que abandonar su privilegiada posición después de muchas quejas del equipo de Korchnói). “Como detalle curioso para la historia de este cotejo sin precedentes, debe anotarse que se cumplió el alejamiento del «hipnotizador» hasta ayer, en la partida decisiva, cuando retornó a un asiento de la quinta fila de plateas”,explica Héctor B. Kuperman, como enviado especial de El Páis.

Para compensar las malas artes de Karpov, según la Wikipedia el equipo de Korchnói incluía a un convicto en libertad bajo fianza por delito de homicidio y a una pareja de misteriosos personajes pertenecientes a la secta de origen indio Ananda Marga (foto más abajo). Hubo más controversia fuera que dentro del tablero. A destacar el uso de rayos X para poder ver a través de la silla que se había traído de casa el aspirante, hubo protestas por quítame unas banderas que no me convencen encima del tablero. Korchnói, de hecho, venía sin bandera y quería que en su distintivo se leyera, “apátrida”, una distinción que no convenció a la Federación internacional. Por lo que cuentan las crónicas, el viejo aspirante utilizó unas sospechosas gafas con espejos que reflejaban luces dispuestas sobre el escenario y que molestaban a su oponente. Cuando el equipo de Kárpov le enviaba un yogur durante la partida para que engañara al hambre, el equipo de Korchnói protestaba alegando que podía tratarse de algún código secreto, argüían que según el sabor del yogur, el campeón podría mover sus piezas en una dirección o en otra. Las partidas se acabaron el 18 de octubre para un total de seis a cinco a favor del campeón, con 21 empates.

“Es muy cierto que sin el error no existiría el ajedrez, pero también es verdad que tanto Karpov como Korchnoi superaron ampliamente la cuota, normal y aceptable, registrada en otros encuentros mundiales.Korchnoi confirmó su tornadizo estilo, creando hermosas partidas para cometer después errores garrafales”, comentaba El País en referencia a aspectos estrictamente deportivos. Aquí tenéis un texto en el que se habla de las particularidades de este campeonato paranoide.

Deja un comentario